sábado, 18 de agosto de 2018

Independencia de los Estados Unidos




  
La independencia de los EEUU





La independencia de los Estados Unidos fue la primera revolución masónica, ya que la firma de la Declaración se produjo el 4 de julio de 1776 –una década antes que la Revolución Francesa–. La mayor parte de los firmantes de este documento que luego se destacaron en la guerra y los primeros gobiernos del país fueron masones. El sistema de gobierno, derechos y libertades que se establecieron en la Constitución que se promulgó el 17 de septiembre de 1787 estuvieron en concordancia con los ideales de los filósofos ilustrados, también masones, de la época.

El gran héroe de la revolución fue George Washington, pues fue el Comandante del Ejército revolucionario en la Guerra de Independencia –1775 a 1783– y el primer Presidente del país –1789 a 1797–, además, dio nombre a la ciudad que se fundó como capital de la nueva nación. Washington fue un reconocido masón, se había unido a la logia Masónica en Fredericksburg, Virginia, a la edad de 20 años, en 1752. Apoyó a las logias masónicas que se crearon dentro de los regimientos de su ejército. En su primera toma de posesión, el Presidente Washington juró sobre la biblia de la Logia de San Juan en Nueva York. Al retirarse, Washington se convirtió en la carta principal de la recién creada Logia Alejandría número 22.

Otros destacados personajes que firmaron la Declaración de la Independencia y luego alcanzaron gran notoriedad en la política de EEUU y que también pertenecían a la Masonería fueron:

1. John Adams: vicepresidente de George Washington y segundo Presidente de los EEUU –1797 a 1801–, ayudó en la redacción de la Declaración de Independencia, fue uno de los firmantes del Tratado de París –1783–, que se acordó con Gran Bretaña y determinó el fin de la Guerra de Independencia; 2. Thomas Jefferson: tercer Presidente de los EEUU –1801 a 1809–. Fue el principal autor de la Declaración de independencia. Primer secretario de Estado –1789 a 1793 –; 3. James Madison: cuarto Presidente de los EEUU –1809 a 1817–. Redactor de la Constitución de los EEUU; 4. Alexander Hamilton: primer secretario del Tesoro de los EEUU y que además tuvo un papel muy activo en el campo militar durante la Guerra de la Independencia; 5.  Robert Morris: fue el encargado de las finanzas para la Guerra de Independencia. En su vida privada fue un relevante tratante de esclavos; 6. Benjamín Franklin: genial inventor. Participó en la redacción de la Declaración de Independencia y de la Constitución de los EEUU. Fue embajador itinerante, logrando el apoyo de Francia para la causa independentista. Firmó el Tratado de París; 7.  Peyton Randolph: Presidente del Congreso Continental –1774–.






¿Por qué empezó la revolución?

Un poco antes de la independencia de las colonias, Inglaterra se había enfrentado a Francia y España en la guerra de los siete años –1754 a 1763– y los había vencido. Parte de esta guerra se había desarrollado en América del Norte, donde Inglaterra tenía sus colonias y Francia las suyas, entonces hubo un gran aporte de las trece colonias para ayudar a Gran Bretaña, tanto en hombres como suministros y logística. Como resultado de esta guerra, Francia perdió una enorme extensión de territorio que tenía en América –Canadá, territorios al este del río Misisipi, excepto Nueva Orleans, isla de Cabo Bretón, Dominica, San Vicente y Tobago–. Sin embargo, la financiación de esta guerra dejó a la economía inglesa en un estado financiero angustioso, recordemos que desde 1694, en Gran Bretaña funcionaba el sistema de dinero deuda con el Banco de Inglaterra, que actuaba como una sanguijuela chupando una parte muy importante de las riquezas del Reino.

En 1765 Inglaterra estableció un nuevo impuesto para paliar la dificultad financiera que tenía; la Ley del Timbre, que gravaba a todos los papeles que se utilizaban para realizar cualquier contrato, sin embargo, este tributo no fue aceptado por los habitantes de las colonias y ante las protestas y los boicots fue derogada en 1766. Hay un dato que también incidía en el rechazo de las leyes que provenían del Parlamento Británico y era de que no había ningún diputado que representase a los habitantes de las colonias, además, habían hecho un importante esfuerzo durante la guerra de los siete años y cuando finalizó en vez de encontrarse con mejores perspectivas, se toparon con aumentos de impuestos.

Festejos del 4 de Julio
En 1767 el secretario del Tesoro del gobierno de William Pitt en Inglaterra, era Charles Townshend, que estableció que las colonias deberían pagar la mantención de las tropas británicas establecidas en el continente americano. Por tanto, impulsó las leyes que se llamaron con su nombre, que pusieron una serie de tributos a la importación desde Inglaterra de una gran cantidad de mercancías: té, plomo, pintura, papel y vidrio.

Entonces, algunos habitantes de las colonias propiciaron el contrabando del té –lo compraron a los holandeses que lo traían de sus colonias–, lo que originó una gran pérdida para la compañía inglesa que traía ese producto de China. Las ventas de té por parte de la compañía británica cayeron de 145.000 kg a 240 kg. En 1773 esta compañía tenía una gran cantidad de deudas, grandes stocks de té en sus depósitos y ninguna perspectiva de ventas, ya que los contrabandistas –uno de los más importantes se llamaba Hancock y su abogado era el futuro presidente John Adams– importaban el té sin pagar aranceles. Entonces el gobierno británico aprobó la Ley del Té, que permitió a la compañía inglesa de las Indias Orientales vender té a las colonias sin pagar ningún arancel o impuesto de aduanas a Gran Bretaña, a cambio de pagar el arancel colonial, que era mucho menor. Esta suspensión de impuestos permitió a la Compañía vender a precios menores que los ofrecidos por los contrabandistas.

Esta suspensión no gustó nada a los contrabandistas, que, después de un tiempo de próspera actividad, habían alcanzado un estatus social elevado. Por tanto, en Boston les exigieron a los representantes y consignatarios de la compañía británica que abandonasen sus puestos y a los que dudaban los atemorizaron con ataques a sus depósitos e incluso a sus casas. El punto culminante a estos ataques sucedió en diciembre de 1773, cuando unos colonos vinculados a los contrabandistas se disfrazaron de “indios” y subieron a barcos fondeados en el puerto de Boston, para finalmente arrojar sus cargas al mar –unas 45 toneladas de té, incluso flotó este producto por las aguas durante varias semanas–.

Ante estos hechos, el gobierno inglés cerró el puerto de Boston, instaurando las leyes conocidas como intolerables. Estas medidas podrían parecer exageradas, pero hay que recordar que el motín del té fue la gota que rebasó el vaso, ya que los conflictos violentos se habían desatado desde hacía tiempo.  En 1774, ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, se reunió en Filadelfia el primer Congreso Continental –los representantes fueron elegidos por los cuerpos legislativos de las colonias–, que reconoció el derecho del Parlamento británico a regular el comercio exterior de las colonias, pero se defendió el derecho de los norteamericanos a manejar sus propios asuntos internos. Por supuesto, esta resolución no fue aceptada por el gobierno inglés y fue el punto de partida que llevaría a la Guerra de la Independencia.  



Apoyos a los independentistas en la Guerra contra Gran Bretaña


Apoyo francés
Francia fue la primera aliada de los EEUU en cuanto efectuó la Declaración de Independencia, así se firmó en 1778 un tratado de apoyo militar. Benjamín Franklin fue el embajador estadounidense ante Francia de 1776 a 1778, conociendo a los principales diplomáticos, intelectuales, científicos y financieros. Sus escritos e imagen cautivaron a la sociedad francesa y resultó clave para lograr el apoyo. Aunque Francia estaba muy interesada en enfrentar a Inglaterra para vengarse de la derrota en la Guerra de los Siete Años y recuperar territorios en América.

Antes del tratado, los agentes del Congreso reclutaron en París a varios oficiales para el Ejército Continental, entre ellos el Marques de Lafayette, de tan solo 20 años, que sirvió con distinción de General. Este noble era un destacado miembro de la masonería francesa y fue uno de los militares más próximos a George Washington. A partir de la declaración de guerra a Gran Bretaña por parte de Francia, la financiación, las municiones, los soldados y las fuerzas navales de este aliado de los EEUU resultaron esenciales para la victoria. Sin embargo, Francia ganó muy poco, a excepción de grandes deudas, que paradójicamente propiciaron la segunda revolución masónica: la Francesa.

Apoyo español
La posición de España fue desde un principio de ayuda a las colonias americanas. En un primer momento, de forma oculta, financiando parte de los gastos –se hicieron llegar suministros desde los puertos Nueva Orleans, a través del río Misisipi, también desde La Habana y Bilbao–.


Bernanrdo de Gálvez
En 1779, a través del tratado de Aranjuez, España se unió con Francia y le declaró la guerra a Inglaterra. En cuanto a participar en esta contienda, había dos posiciones enfrentadas, por un lado, el Conde de Floridablanca, que no estaba muy de acuerdo, ya que España también poseía colonias en América y temía que la independencia de las trece colonias produjese un efecto contagioso en los territorios del Reino en ese continente. La otra opinión que aconsejaba al Rey, era la del Conde de Aranda, destacado masón y embajador en Francia, que propiciaba la entrada de España en el conflicto para recuperar territorio os y vengarse de la derrota en la Guerra de los Siete Años. Finalmente, el rey Carlos III, optó por seguir el consejo de este último. Durante el transcurso de esta guerra, el almirante español Luis de Córdova capturó un convoy de 63 barcos británicos con destino a las colonias, con sus bodegas cargadas de suministros para la guerra. Además, se recuperó Menorca –que estaba en poder de los ingleses– en 1781.

En el continente americano, el gobernador de la Luisiana española, el Conde Bernardo de Gálvez, dirigió ofensivas contra los fuertes británicos que se habían establecido en el Misisipi. Produciéndose la caída de Fort Bute, la victoria en la batalla de Baton Rouge, así como la conquista de Natchez y Mobile. También se atrevió a lanzar una ofensiva contra Pensacola, pasando a ser territorio español en 1781 y cerrando así cualquier intento de ofensiva británica a través del río Misisipi.

Esta guerra le deparó importantes concesiones de territorios y un gran gasto, que dejó a las arcas un tanto maltrechas. Pero lo peor fue que finalmente esta primera revolución resultó el punto de partida para que a principios del siglo XIX se declarasen las independencias de los territorios españoles en América.

Apoyo holandés
Lo realizaron a última hora, con la ambición de ganar posiciones por el dominio de los mares, aunque a diferencia de Francia y España, no aportó tropas, tan solo provisiones, armas, vestimenta, divisas y algunos buques de guerra.    



La emisión de la moneda de los EEUU

 
Ya hemos visto en la entrada del 6 de julio de 2018 que a partir de diciembre de 1913 se ha instalado en los EEUU, un sistema de dinero deuda emitido por un banco central privado, pero… ¿Qué había sucedido hasta entonces?

El primer secretario del Tesoro fue Alexander Hamilton fue un reconocido masón que resultó muy importante en el diseño del sistema financiero del país. Se dice que Alexander Hamilton fue un agente de los Rothschild y que su relación ya estaba afianzada cuando este político fundó un banco privado llamado el Banco de Nueva York en 1784. No resulta extraño que Alexander Hamilton tuviese algún tipo de financiación para lograr crear ese Banco, hay que recordar que tenía solo 27 años, no provenía de las grandes y ricas familias de la zona –había nacido y se había criado en una isla del Caribe, su familia era de pobres recursos y él era un hijo ilegítimo–, aunque cuatro años antes se había casado con una mujer perteneciente a una familia importante que lo podría haber ayudado –dudo que tanto–, además había perdido unos cuantos años participando en la Guerra de la Independencia.

El 8 de febrero de 1791 se aprobó en el Congreso la Ley que creaba el Banco de los Estados Unidos, establecido por Hamilton, tomando como base el nefasto Banco de Inglaterra, que, ya hemos visto en la entrada del 16 de julio, que tenía unos efectos perniciosos para los súbditos británicos. El capital de este banco ascendió a diez millones de dólares y solo un veinte por ciento pertenecía a los EEUU, el resto era privado. En definitiva, la misma ley establecía que era una institución privada y con ánimo de lucro. La familia Rothschild tenía una gran participación en el capital, probablemente lo controlaba. Por supuesto que este Banco tenía el monopolio para emitir dinero y lo hizo a través del nocivo sistema del dinero deuda. Se le otorgó una concesión por veinte años. 

Uno de los grandes críticos de este Banco fue el futuro presidente Thomas Jefferson, que nos dejó la siguiente frase memorable en un discurso: “Yo creo que las entidades financieras son más peligrosas para nuestras libertades que un ejército en armas. Si el pueblo americano permitiera alguna vez que los bancos privados controlasen la emisión de moneda circulante, primero a través de la inflación y luego de la deflación, los bancos y las corporaciones que crecen a su alrededor despojarán al pueblo de toda propiedad hasta que nuestros hijos despierten un día sin hogar y desamparados en el continente que sus padres conquistaron”. Es de reseñar que Alexander Hamilton estaba muy vinculado al otro gran financiero de la revolución y de la época: el tratante de esclavos Robert Morris, que también participó en la elaboración del proyecto de ley.

Un dato curioso respecto a Robert Morris lo da el autor M. Kienholz en su libro: “Los comerciantes del opio y sus mundos: una exposición revisionista de los mayores comerciantes de opio del mundo”. Aquí habla de los buques que participaron en el comercio de opio Turco en China y dice: “Los buques de Filadelfia aludidos –en la exportación de droga– son los pertenecientes a los Wilcocks, Cabot, Hazard, Perit y Robert Morris”.

La creación del Banco de los Estados Unidos estuvo acompañada por el aumento de los impuestos que gravaban a la importación de bebidas alcohólicas y el incremento de los impuestos que gravaban al whisky destilado en las colonias. Estos aumentos eran necesarios para financiar los costes en gastos por servicios financieros que generaría el sistema de dinero deuda que se instalaba. Cuando finalizó la concesión, el Congreso decidió no renovarla –la votación se decidió por el mínimo margen de un voto–. En ese momento, se comprobó que casi el 80 % del capital era extranjero. En esta época Nathan Rothschild ya tenía una influencia considerable en Inglaterra y le estaba prestando dinero a los EEUU y a algunos Estados. Entonces se comenta que amenazó en 1811 con la frase (según el divulgador Luis Ravizza) :  ”O bien la solicitud de renovación de la licencia se aprueba, o los EEUU se encontrarán con una espantosa guerra”. Casualmente, cuando no fue renovada la licencia, los EEUU de hecho se encontraron con otra guerra en 1812 contra Inglaterra. Este enfrentamiento bélico llevó a la inflación y a un endeudamiento público enorme. Esto y la dificultad para recaudar impuestos fueron las razones esgrimidas por el presidente Madison para constituir el segundo Banco de los Estados Unidos en 1816.

Como dato curioso el autor M. Kienholz en su libro ya mencionado también nos habla de Stephen Girard, que casualmente fue uno de los primeros directores de este segundo Banco de los Estados Unidos. Este hombre era un Francés que vivía en Filadelfia y había fundado el banco llamado Girard Bank, que se había destacado en la financiación de la guerra contra Inglaterra de 1812. Kienholz en su libro nos dice que Girard tomó nota de las inmensas posibilidades de enriquecimiento abiertas por la primera expedición comercial a China, lanzada por Robert Morris. Tras el perfil amable de un exitoso comerciante de té y gingseng, Girard se convirtió pronto en uno de los primeros millonarios de los EEUU con un esquema mercantil internacional basado en la venta de opio turco a China y el suministro de armas en los diversos escenarios agitados por la convulsión política. Amasó un gran capital inicial como proveedor de pistolas y látigos a los propietarios franceses de plantaciones en las Antillas, explotadas con el sudor esclavo. Él mismo era dueño de una plantación en Luisiana trabajada por esclavos negros.
El segundo Banco Central nació con un capital de 35 millones de dólares en acciones y nuevamente el gobierno era dueño de solo el 20% del capital e inversionistas privados tenían el resto. También tenía una concesión de 20 años. Era un banco privado y con fines de lucro, al que se le concedía el monopolio de la emisión de la moneda.

El presidente Andrew Jackson –1829 a 1837– fue un acérrimo opositor a este sistema de bancos centrales privados, pues lo consideraba corrupto –lo considero una estafa–. La tensión se desató cuando Jackson quiso cerrar el banco y el presidente de esta institución, Nicholas Biddle, comenzó a utilizar los recursos del banco en contra de Jackson. En 1832 el Congreso aprobó la extensión de la renovación de la concesión y el presidente Jackson la vetó. La batalla se hizo cruenta, Biddle contrajo bruscamente la oferta monetaria, los préstamos antiguos fueron exigidos y los nuevos negados, por tanto, se produjo un pánico financiero seguido de una profunda crisis económica. A pesar de que en un principio todos -empezando por Biddle-, le echaron la culpa a Jackson, finalmente todo fue aclarado y en 1834 el Congreso votó en contra de la renovación de la concesión y el banco quedó paralizado hasta que sucumbió en 1836. Es necesario aclarar que, en 1835, el presidente Jackson logró pagar la última cuota de la deuda nacional, reduciéndola a cero y logrando superávit.



¿Quiénes eran los sujetos pertenecientes a una potencia extranjera que poseían el Banco de los Estados Unidos? En “The history of the Great American Fortunes”, publicado en 1936, el autor Gustavus Myers apuntó: “Bajo la superficie, los Rothschild tienen desde hace tiempo una poderosa influencia en el dictado de las leyes financieras estadounidenses. Los documentos demuestran que ellos eran el poder en el antiguo banco de los Estados Unidos”.

Desde 1836 hasta el inicio de la Guerra Civil, Estados Unidos vivió un periodo sin banca central, a esta etapa se la conoce como la banca libre. El gobierno aprobó la existencia de una gran cantidad de bancos privados, lo que facilitó la competencia y disminuyó las ganancias de los banqueros, aunque también se provocaron numerosas quiebras bancarias.

El presidente Abraham Lincoln desafió los intereses de los Rothschild y el cartel bancario que querían involucrarse en el financiamiento de la Guerra Civil. Rothschild estaba envuelto financieramente en el tráfico de esclavos, y la abolición de la esclavitud le infligía enormes pérdidas a él y a sus socios tenedores de esclavos. Entonces buscó compensar estas pérdidas con los intereses generados en la creación de dinero que le permitiría la posesión del Banco Central del país. Los intereses de estos banqueros tuvieron éxito gracias al trabajo de Salmon P. Chase como secretario del Tesoro. Sin embargo, en cuanto este banco estuvo en funcionamiento, el gobierno de Lincoln se hizo cargo de él y logró financiar la guerra sin el gasto de intereses, ni contrajo deudas. Para el cartel bancario este fue un duro golpe.

El presidente Lincoln autorizó al gobierno a imprimir su propio dinero fiduciario –sin respaldo en oro, solo tenía valor por la confianza en él– de papel. A estos billetes se los conoció como los “Greenbacks”, porque estaban impresos en el dorso con una tinta verde. Eran básicamente recibos en reconocimiento por el trabajo realizado o por los bienes entregados, que podían ser intercambiados por un valor equivalente en bienes o servicios –representaban el valor horas-hombre en vez del oro de los préstamos–. Como resultado, el crecimiento de la economía del país resultó espectacular. Hay que reconocer que, durante la guerra, los “Greenbacks” tuvieron una gran inflación, pero esto era lo esperable debido a las circunstancias bélicas, lo cierto fue que Lincoln ganó la Guerra Civil sin endeudarse, en cambio el gobierno del sur se endeudó con los Rothschild.

Como dato anecdótico vamos a transcribir un artículo publicado en la prensa inglesa –propiedad del cartel bancario, ahora también–, concretamente en el London Time en 1865: “Si esta malvada política financiera, consistente en la creación de dinero por el Estado, que se está llevando a cabo en EEUU, continúa en vigor, al fin podrá emitir su propio dinero sin costarle nada. Tendrá todo el dinero necesario para llevar a cabo su comercio. Pagará todas las deudas y nunca más las contraerá. Norteamérica se convertirá en el país más próspero del mundo, más aún, su prosperidad no tendrá parangón con nada visto hasta hoy. Este gobierno de Lincoln debe ser destruido, o destruirá las monarquías del mundo”.

Si sustituimos las palabras “las monarquías del mundo” por las que debían ser y están ocultas, que es el “cartel bancario”, esta explicación nos estaría abriendo los ojos de cómo estos banqueros nos están estafando con el dinero deuda –ya lo expliqué claramente en mi entrada del 6 de julio–. Por tanto, no hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que la verdadera solución a los problemas financieros de todos los ciudadanos del mundo, sería la eliminación del sistema de bancos centrales privado con el perverso dinero deuda, para cambiarlo por el sistema de bancos de propiedad pública que tengan el monopolio de la emisión del dinero de las naciones.

Lincoln fue asesinado en el teatro, durante su asistencia a una función –1865–, el asesino fue un actor llamado John Wilkes Booth –ver entrada del 6 de julio–. Algunos historiadores creen que fue asesinado con la complicidad de funcionarios del ejército y del gobierno que respaldaban los intereses de la banca.

Vamos a exponer unas frases del Canciller de Alemania, Otto von Bismarck, que también se refiere a esto que sucedió en el gobierno de Lincoln: “Sé con absoluta certeza que la división de los EEUU en federaciones de igual fortaleza, se decidió mucho antes de la Guerra Civil, por parte de los grandes poderes financieros de Europa. Estos banqueros tenían miedo de que los EEUU, si permanecían como bloque y como una sola nación, alcanzarían la independencia financiera y económica, lo que alteraría su dominio financiero sobre Europa y el mundo. Por supuesto que, en el “círculo íntimo” de las finanzas, la voz de Rothschild prevaleció. Ellos vieron la oportunidad para un prodigioso botín si podían colocar a dos democracias débiles, agobiadas por las deudas con los financieros, … en lugar de una vigorosa república que pudiera desenvolverse por si misma. Por lo tanto, enviaron a sus emisarios al campo para explotar la cuestión de la esclavitud y abrir una brecha entre las dos partes de la Unión …La ruptura entre el Norte y el Sur se hizo inevitable, los amos de las finanzas europeas emplearon todas sus fuerzas para lograrlo y usarla en su propio beneficio”. 
 
También expondremos otra frase de Bismarck en 1876: “El gobierno y la nación –de los EEUU–escaparon a las conspiraciones de los financieros extranjeros. Ellos entendieron enseguida que los EEUU escaparían de su agarre. La muerte de Lincoln fue decidida en consecuencia”.



Finalmente, el sistema de los “Greenbacks” fue sustituido por la Ley de Banca Nacional que les dio la posibilidad a los banqueros de crear la oferta monetaria de la nación –otra vuelta a atrás–. Los billetes continuaron impresos por el gobierno, pero eran emitidos a solicitud de los bancos y llevaban el nombre del banco. En su lugar los banqueros debían depositar bonos de los EEUU en el Tesoro, la ventaja era que estos continuaban siendo de su propiedad, pero a cambio ya tenían los billetes. Este sistema funcionó hasta la definitiva traición que supuso la creación de la Reserva Federal en 1913 –ya explicada en la entrada del 6 de julio–.

Hubo muchos reclamos para reinstalar el sistema de “Greenbacks”, incluso en 1878 formaron el “Greenback-Labor Party y obtuvieron más de un millón de votos eligiendo 14 representantes en el Congreso. No fueron capaces de obtener una nueva emisión de esos añorados billetes verdes, pero tuvieron suficiente influencia política para detener una retirada adicional de los existentes en circulación. Los Greenbacks por entonces en circulación –por un valor de casi 347 millones de dólares– se convirtieron en parte permanente de la moneda de la nación.



sábado, 11 de agosto de 2018

Revolución Francesa



La Revolución Francesa



No hay dudas de que la Revolución Francesa fue una revolución masónica. No solo porque una gran cantidad de los revolucionarios y otros que participaron en la creación de la ideología que la propició, pertenecían estas logias –Montesquiu, Saint Just, Rousseau, Desmoulins, Voltaire, Herbert, Danton, Marat, Chenie, Robespierre, Napoleón, Leconte de IÌsle y otros–, sino porque también su lema era el mismo: libertad, igualdad y fraternidad. Además, cumplieron el objetivo de los masones, que era luchar contra la Iglesia Católica de Roma y contra la Monarquía Absoluta y la Nobleza.

Hay algunos autores que niegan que haya sido una revolución masónica, dicen que es verdad que intervinieron muchos masones y que solo tuvo una coincidencia casual entre los objetivos de la propia revolución y la masonería, lo cual se contradice en sí mismo, ya que sería una coincidencia tan enorme que resultaría demasiado improbable. La Revolución Francesa no fue solo una revuelta –que es un levantamiento popular que generalmente termina en fracaso, porque carece de lo más importante: financiación–, sino que fue una revolución, pues estaba muy bien costeada por poderes financieros a los que les interesaba cambiar el sistema.


Causas de la Revolución Francesa


Luis XVI de Francia
Francia, en el momento de la Revolución, era un reino católico –solo había unos 50.000 judíos y unos 400.000 protestantes–. La Iglesia poseía muchas riquezas, era dueña del 6% de la tierra y recibía el diezmo. En el momento de la Revolución, el Reino tenía una situación económica crítica debido a su participación en la guerra de los siete años –1754 a 1763– y su importante apoyo –tropas y armamento– a los independentistas de EEUU –1778 a 1783–. Además, había tenido cinco años de sequías, algo muy crítico en una economía basada en la agricultura. Las élites burguesas masónicas revolucionarias poseían la riqueza, pero no el poder político, que lo tenían los Nobles y, por supuesto, lo ambicionaban. En aquellas épocas muchos ilustrados –Rousseau y Montesquieu – discutieron con sus obras la afirmación que el poder político del Rey venía de Dios y todo esto fue la mecha que encendió la Revolución.

Ante la situación económica crítica, según el investigador Eduardo Penissi, el Rey le encomendó a su Ministro de Economía una solución y este le sugirió imponer un impuesto. Las clases sociales de Francia eran la Nobleza, el Clero y el pueblo llano –llamado el Tercer Estado–. El Clero, a pesar de sus riquezas, efectuaba una gran labor social, porque tenía a su cargo la educación, los orfanatos, los leprosarios y los hospitales, entonces el Rey desestimó aplicárselo, porque podría afectar a esa labor social. Al pueblo llano tampoco quiso aplicárselo porque tenía una gran pobreza. Entonces decidió aplicarlo solamente a la Nobleza y aquí empezó el problema. La Nobleza Francesa se dividía en dos: La Nobleza Palaciega que vivía en Versalles, que era parasitaria y la Nobleza Terrateniente que era valiosa porque sembraba los campos. Para crear este impuesto quiso hacerlo por consenso y por eso llamó a la constitución de los Estados Generales.
 
Los Estados Generales era una asamblea que representaba al pueblo y estaban formados por representantes de las tres clases sociales. Estuvieron debatiendo durante meses sin llegar a un consenso –se habían trabado en la decisión de la forma de votación, que era muy importante, ya que, si votaban por clases, perdía influencia el Tercer Estado, que era el más numeroso–. Entonces, falleció el hijo mayor del Rey por tuberculosis y, por duelo, clausuró los Estados Generales en el mes de junio. Cuando debía abrirlos, como no se decidían en la forma de votación, el Rey decidió no hacerlo. Un grupo de los asambleístas resolvió continuar hasta que se dictase una constitución, todos eran del pueblo llano, sin embargo, en poco tiempo, se les unieron otros diputados del Clero y de la Nobleza. Este fue el comienzo de la Revolución.


¿Hubo barbarie en la Revolución Francesa?



Vamos a dar algunos ejemplos, para comprender cómo fue el ambiente de la Revolución Francesa. Cuando los revolucionarios tomaron la Bastilla, mataron y le cortaron la cabeza al gobernador, paseándola por las calles de París en una pica.

La princesa de Lamballe, María Teresa, que era la institutriz de los hijos de los reyes, fue una mártir de la Revolución, la asesinaron en las matanzas de setiembre. La clavaron a una mesa torturándola, luego le cortaron la cabeza, después le abrieron el vientre, quitándole los órganos y los asaron a la parrilla para posteriormente comérselos. Y a su cabeza, la mandan a un peluquero, la empolvaron, la peinaron, luego la clavaron en una pica y la pusieron en la ventana de la prisión del Temple, para que la viese la reina María Antonieta –recordemos que eran amigas–.

El Rey fue condenado a muerte por un voto y, curiosamente, entre los que votaron por su ajusticiamiento, estuvo su primo, el Príncipe de Orleans, probablemente porque ambicionaba sucederlo como Rey. El rey Luis XVI fue llevado a la guillotina en enero de 1793, María Antonieta fue a la guillotina nueve meses más tarde. De sus hijos, el delfín Luis Carlos no pudo sobrevivir a la prisión y murió en junio de 1795, en cambio la hija María Teresa logró sobrevivir. Cualquier persona que fuera denunciada por otra que sospechase que fuera monárquico, era causa suficiente para que fuera a la guillotina. La guillotina funcionaba en la plaza de la Revolución, y tuvo tanta actividad, que, en determinado momento, los vecinos pidieron que trasladasen las ejecuciones fuera de París, ya que el olor a putrefacción por la sangre derramada, hacia el ambiente de la ciudad irrespirable.

En la Vandea, un levantamiento popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por el rey y las tradiciones católicas provocando la llamada Guerra de la Vandea, reprimida muy cruelmente por las autoridades revolucionarias parisinas que se ha llegado a calificar como genocidio.




Algunas medidas contra la Iglesia Católica

En noviembre de 1789, se confiscaron todos los bienes de la Iglesia y se valorizaron, entonces en base a ese valor, se emitieron 400 millones de asignados –papel moneda de la Revolución, el primer rastro de quién estaba detrás de esta asonada, financiando y dirigiendo a las logias–.

En junio de 1790, se emitió un decreto por el cual se estableció que los sacerdotes de la Iglesia deberían jurar fidelidad a la Revolución –una Iglesia Nacional– por tanto, dejaban de obedecer a Roma y su sueldo se lo pagaría el Estado. Esto dividió al Clero, entre quienes lo aceptaron –Clero juramentado– y quienes lo rechazaron –Clero refractario–. Por supuesto, que a los refractarios se les persiguió y asesinó. El Papa declaró ilegal al Clero juramentado. También se obligó a los sacerdotes a casarse y se quitaron las campanas de las iglesias.

De los 139 obispos, solo 7 juran la fidelidad a la Revolución, asumiendo el castigo que ya hemos mencionado en el párrafo anterior. A la Iglesia también le quitaron el registro –nacimientos, casamientos y defunciones–.




¿Quién se benefició y quién se perjudicó con la Revolución Francesa?


Para implementar esta revolución hubo una cruenta lucha entre los franceses, que propició una gran ganancia para los poderes financieros. Ya sabemos que los enfrentamientos siempre son el principal negocio de los banqueros. Como contrapartida, hubo una gran cantidad de muertes entre la población y un empobrecimiento general a consecuencia de esta guerra. Para mayor felicidad de los banqueros, y desastre de la población, inmediatamente las potencias monárquicas comenzaron una guerra contra Francia, que causó otra gran ganancia para los banqueros, que, como siempre, financiaron a los dos bandos –no podían perderse una parte del negocio– y un mayor empobrecimiento de la población, más las muertes propias de las guerras. Sin embargo, no terminó aquí, ya que el masón Napoleón intentó exportar la revolución y comenzaron nuevas guerras que arruinaron Europa, tanto en lo material como en lo económico, pero que constituyeron otro negociazo para los banqueros – La mayor parte de los reinos quedaron arruinados–.
 
El principal perjudicado de los tres estamentos sociales fue el Clero que permaneció en Francia, todo aquel que no juró a la Republica fue arrasado y pocos lograron salvar la vida. Además, ni siquiera pudieron celebrar los ritos –algunos se hicieron en casa privadas e incluso en barcos en alta mar–.
La Nobleza también fue perseguida, aunque la mayoría logró huir de Francia, salvando sus vidas. Por supuesto que los que se quedaron y no estuvieron dentro de los revolucionarios tuvieron un destino de persecuciones y muerte. Si una persona del pueblo llano –Tercer Estado– hubiera nacido unos quince años antes de la asonada, su vida habría sido un infierno, ya que seguramente habría tenido que servir en el ejército, con guerras constantes. Si hubiera salido vivo, su nivel de vida habría sido mucho peor, ya que, por los motivos antes enunciados, la economía en estos años resultó un desastre y tardó mucho tiempo en volver al nivel anterior a la revolución, que tampoco era una maravilla y todo esto a pesar de los increíbles avances tecnológicos de la época.

Se puede decir que para la población llana el efecto de la Revolución Francesa fue algo así como que el remedio resultó peor que la enfermedad. Exactamente resultó lo contrario para los banqueros que la financiaron a través de las logias masónicas. Además, en un sistema republicano, mucho más débil políticamente que el anterior –las luchas entre los partidos políticos resultaron, nunca mejor dicho, a muerte –, la influencia de los banqueros fue mayor y las ganancias, como ya hemos explicado, también. Para más beneficio de los banqueros, Napoleón creó el Banco de Francia en 1800, un banco privado con facultad para emitir moneda –por si quedaba alguna duda de a quién respondían los masones–. Con este banco se implementó el sistema del dinero deuda, que, como ya vimos, endeudaba a los estados y esclavizaba a la población, que debía pagar los servicios financieros de estas deudas a través de los impuestos.

Con todo lo afirmado, no quiero loar el sistema de monarquía absoluta imperante en Francia, estoy convencido de que debía haber sido reformado, pero no a costa del desastre que se propició ni de la sumisión de los intereses políticos a los de los banqueros especulativos, que fue lo que impulsó la Masonería. Otro punto muy criticable fue la destrucción de la Iglesia Católica, ¿acaso era imperativo efectuar ese destrozo para imponer un Estado Laico? A partir del reemplazo de las monarquías por la república, se crearon unos sistemas políticos alejados de la realidad, pues yo creo que la mayor parte del pueblo tiene los mismos intereses y estos sistemas curiosamente propiciaron una división de las sociedades en dos mitades irreconciliables –o más–. ¿Qué sentido tiene esta división? ¿A quién beneficia? Probablemente, sea la medida de distracción que necesitan determinadas élites para apropiarse de unas riquezas que no le corresponden. En definitiva, existirían las clases parásitas que también había en la monarquía, aunque en este caso todavía serían unas sanguijuelas más voraces.


Análisis de los banqueros que se enriquecieron con la Revolución Francesa




Como ejemplo del auge de los banqueros es muy útil estudiar a la casa Rothschild. El patriarca de esta casa se llamaba Mayer Amschel Bauer Rothschild y procedía de la ciudad de Fráncfort de Meno. Ya vimos que financió a los Illuminatis, que estuvieron relacionados con Robespierre. Este banquero tuvo cinco hijos varones, a los que envió a diferentes ciudades europeas para que abrieran sucursales de esta casa bancaria. Es importante destacar que la casa de esta familia de París, fue fundada en 1812, se llamaba Rothschild Frères y estaba dirigida por el hijo menor de Amschel, llamado James. Por supuesto, este banco financió al ejército francés en sus guerras contra los europeos.

También conviene resaltar que otro hijo del patriarca, llamado Nathan Mayer Rothschild, se instaló en Inglaterra en 1798, primero en Manchester y a partir de 1809 cambió su sede a Londres, donde fundó el banco N. M. Rothschild & Sons. Este banco tuvo un rol esencial en la gestión y financiación de los subsidios que el gobierno británico solicitó para transferir a sus aliados durante las Guerras Napoleónicas. A través de la creación de una red de agentes, mensajeros y transportistas, el banco fue capaz de proporcionar fondos a los ejércitos del Duque de Wellington en Portugal y España.
Este banquero de Londres realizó una maniobra especulativa cuando sucedió la batalla de Waterloo –1815– que lo hizo enormemente rico. Inmediatamente después de ser derrotado Napoleón, Nathan Mayer Rothschild utilizó un complejo sistema de palomas mensajeras que cubrió en pocas horas los 362 Km de distancia que separan a Waterloo de Londres. Por ello conoció el resultado de la batalla un día antes de que llegara a través del correo del Duque de Wellington. Entonces comenzó a vender compulsivamente sus Bonos del Estado Británico haciendo creer al resto del mercado que Inglaterra había perdido la trascendental batalla –acompañado por la difusión de rumores que iban en este sentido, incluso se dijo que tropas francesas estaban de camino hacia Inglaterra–. 

El resultado fue que todos los inversores que poseían esos Bonos se pusieron nerviosos y los vendieron al precio que fuese, cayendo su valor hasta hundir la London Stock Exchange. Sin embargo, antes de que se descubriera la verdad, Nathan Rothschild compró a través de sus agentes esos mismos Bonos del Estado a precios irrisorios. Al llegar la noticia de la victoria de Wellington, los precios se dispararon y el banco de Rothschild obtuvo un beneficio de 1.000.000 de Libras en un solo día. Esta maniobra especulativa lo hizo el hombre más rico de Inglaterra y por consiguiente del mundo, ya que este reino, después de esa victoria se había convertido en la potencia hegemónica mundial. Desde este momento Nathan Mayer Rothschild se hizo con el control absoluto del Banco de Inglaterra, que, como ya hemos visto, era el banco central privado que emitía el dinero deuda de ese reino. Queda demostrado, después de explicar las maneras mediante las cuales se enriquecían estos banqueros, que lo hacían a través de maniobras especulativas, es decir que se hacían ricos engañando a otras personas y quitándole sus riquezas. Queda muy claro en la maniobra de Nathan Rothschild en la batalla de Waterloo y no menos nítido es el robo del dinero deuda mediante la posesión de bancos centrales privados que emiten la moneda.



Un análisis a considerar

Para comprender los efectos de la Revolución Francesa es muy útil estudiar las estadísticas que se tienen del total de la población de Francia en esos años. En la época de la Revolución, la población francesa ascendía a 27.600.000 habitantes y en 1801 –12 años después– había bajado 27.349.000 habitantes. Sin embargo, cuando los enfrentamientos y guerras disminuyeron la población creció sostenidamente, así en 1821 ya tenía 30.461.875 habitantes y en 1841 llegaba a los 34.230.178 habitantes.