La Revolución
Francesa
No hay dudas de que la Revolución
Francesa fue una revolución masónica. No solo porque una gran cantidad de los
revolucionarios y otros que participaron en la creación de la ideología que la
propició, pertenecían estas logias –Montesquiu, Saint Just, Rousseau, Desmoulins,
Voltaire, Herbert, Danton, Marat, Chenie, Robespierre, Napoleón, Leconte de IÌsle
y otros–, sino porque también su lema era el mismo: libertad, igualdad y
fraternidad. Además, cumplieron el objetivo de los masones, que era luchar
contra la Iglesia Católica de Roma y contra la Monarquía Absoluta y la Nobleza.
Hay algunos autores que niegan
que haya sido una revolución masónica, dicen que es verdad que intervinieron
muchos masones y que solo tuvo una coincidencia casual entre los objetivos de
la propia revolución y la masonería, lo cual se contradice en sí mismo, ya que
sería una coincidencia tan enorme que resultaría demasiado improbable. La
Revolución Francesa no fue solo una revuelta –que es un levantamiento popular
que generalmente termina en fracaso, porque carece de lo más importante:
financiación–, sino que fue una revolución, pues estaba muy bien costeada por
poderes financieros a los que les interesaba cambiar el sistema.
Causas de la Revolución Francesa
Luis XVI de Francia |
Francia, en el momento de la
Revolución, era un reino católico –solo había unos 50.000 judíos y unos 400.000
protestantes–. La Iglesia poseía muchas riquezas, era dueña del 6% de la tierra
y recibía el diezmo. En el momento de la Revolución, el Reino tenía una
situación económica crítica debido a su participación en la guerra de los siete
años –1754 a 1763– y su importante apoyo –tropas y armamento– a los
independentistas de EEUU –1778 a 1783–. Además, había tenido cinco años de
sequías, algo muy crítico en una economía basada en la agricultura. Las élites
burguesas masónicas revolucionarias poseían la riqueza, pero no el poder
político, que lo tenían los Nobles y, por supuesto, lo ambicionaban. En
aquellas épocas muchos ilustrados –Rousseau y Montesquieu – discutieron con sus
obras la afirmación que el poder político del Rey venía de Dios y todo esto fue
la mecha que encendió la Revolución.
Ante la situación económica
crítica, según el investigador Eduardo Penissi, el Rey le encomendó a su
Ministro de Economía una solución y este le sugirió imponer un impuesto. Las
clases sociales de Francia eran la Nobleza, el Clero y el pueblo llano –llamado
el Tercer Estado–. El Clero, a pesar de sus riquezas, efectuaba una gran labor
social, porque tenía a su cargo la educación, los orfanatos, los leprosarios y
los hospitales, entonces el Rey desestimó aplicárselo, porque podría afectar a
esa labor social. Al pueblo llano tampoco quiso aplicárselo porque tenía una
gran pobreza. Entonces decidió aplicarlo solamente a la Nobleza y aquí empezó
el problema. La Nobleza Francesa se dividía en dos: La Nobleza Palaciega que
vivía en Versalles, que era parasitaria y la Nobleza Terrateniente que era
valiosa porque sembraba los campos. Para crear este impuesto quiso hacerlo por
consenso y por eso llamó a la constitución de los Estados Generales.
Los Estados Generales era una
asamblea que representaba al pueblo y estaban formados por representantes de
las tres clases sociales. Estuvieron debatiendo durante meses sin llegar a un
consenso –se habían trabado en la decisión de la forma de votación, que era muy
importante, ya que, si votaban por clases, perdía influencia el Tercer Estado,
que era el más numeroso–. Entonces, falleció el hijo mayor del Rey por
tuberculosis y, por duelo, clausuró los Estados Generales en el mes de junio.
Cuando debía abrirlos, como no se decidían en la forma de votación, el Rey
decidió no hacerlo. Un grupo de los asambleístas resolvió continuar hasta que
se dictase una constitución, todos eran del pueblo llano, sin embargo, en poco
tiempo, se les unieron otros diputados del Clero y de la Nobleza. Este fue el
comienzo de la Revolución.
Vamos a dar algunos ejemplos,
para comprender cómo fue el ambiente de la Revolución Francesa. Cuando los
revolucionarios tomaron la Bastilla, mataron y le cortaron la cabeza al
gobernador, paseándola por las calles de París en una pica.
La princesa de Lamballe, María Teresa,
que era la institutriz de los hijos de los reyes, fue una mártir de la
Revolución, la asesinaron en las matanzas de setiembre. La clavaron a una mesa
torturándola, luego le cortaron la cabeza, después le abrieron el vientre, quitándole
los órganos y los asaron a la parrilla para posteriormente comérselos. Y a su
cabeza, la mandan a un peluquero, la empolvaron, la peinaron, luego la clavaron
en una pica y la pusieron en la ventana de la prisión del Temple, para que la viese
la reina María Antonieta –recordemos que eran amigas–.
El Rey fue condenado a muerte por
un voto y, curiosamente, entre los que votaron por su ajusticiamiento, estuvo
su primo, el Príncipe de Orleans, probablemente porque ambicionaba sucederlo
como Rey. El rey Luis XVI fue llevado a la guillotina en enero de 1793, María
Antonieta fue a la guillotina nueve meses más tarde. De sus hijos, el delfín
Luis Carlos no pudo sobrevivir a la prisión y murió en junio de 1795, en cambio
la hija María Teresa logró sobrevivir. Cualquier persona que fuera
denunciada por otra que sospechase que fuera monárquico, era causa suficiente
para que fuera a la guillotina. La guillotina funcionaba en la
plaza de la Revolución, y tuvo tanta actividad, que, en determinado momento,
los vecinos pidieron que trasladasen las ejecuciones fuera de París, ya que el
olor a putrefacción por la sangre derramada, hacia el ambiente de la ciudad
irrespirable.
En la Vandea, un levantamiento
popular fue especialmente significativo: campesinos y aldeanos se alzaron por
el rey y las tradiciones católicas provocando la llamada Guerra de la Vandea,
reprimida muy cruelmente por las autoridades revolucionarias parisinas que se
ha llegado a calificar como genocidio.
Algunas medidas contra la Iglesia Católica
En noviembre de 1789, se
confiscaron todos los bienes de la Iglesia y se valorizaron, entonces en base a
ese valor, se emitieron 400 millones de asignados –papel moneda de la
Revolución, el primer rastro de quién estaba detrás de esta asonada, financiando
y dirigiendo a las logias–.
En junio de 1790, se emitió un
decreto por el cual se estableció que los sacerdotes de la Iglesia deberían
jurar fidelidad a la Revolución –una Iglesia Nacional– por tanto, dejaban de
obedecer a Roma y su sueldo se lo pagaría el Estado. Esto dividió al Clero,
entre quienes lo aceptaron –Clero juramentado– y quienes lo rechazaron –Clero
refractario–. Por supuesto, que a los refractarios se les persiguió y asesinó.
El Papa declaró ilegal al Clero juramentado. También se obligó a los sacerdotes
a casarse y se quitaron las campanas de las iglesias.
De los 139 obispos, solo 7 juran
la fidelidad a la Revolución, asumiendo el castigo que ya hemos mencionado en
el párrafo anterior. A la Iglesia también le quitaron el registro –nacimientos,
casamientos y defunciones–.
¿Quién se benefició y quién se perjudicó con la Revolución Francesa?
Para implementar esta revolución
hubo una cruenta lucha entre los franceses, que propició una gran ganancia para
los poderes financieros. Ya sabemos que los enfrentamientos siempre son el
principal negocio de los banqueros. Como contrapartida, hubo una gran cantidad
de muertes entre la población y un empobrecimiento general a consecuencia de
esta guerra. Para mayor felicidad de los banqueros, y desastre de la población,
inmediatamente las potencias monárquicas comenzaron una guerra contra Francia,
que causó otra gran ganancia para los banqueros, que, como siempre, financiaron
a los dos bandos –no podían perderse una parte del negocio– y un mayor empobrecimiento
de la población, más las muertes propias de las guerras. Sin embargo, no
terminó aquí, ya que el masón Napoleón intentó exportar la revolución y comenzaron
nuevas guerras que arruinaron Europa, tanto en lo material como en lo
económico, pero que constituyeron otro negociazo para los banqueros – La mayor
parte de los reinos quedaron arruinados–.
El principal perjudicado de los
tres estamentos sociales fue el Clero que permaneció en Francia, todo aquel que
no juró a la Republica fue arrasado y pocos lograron salvar la vida. Además, ni
siquiera pudieron celebrar los ritos –algunos se hicieron en casa privadas e
incluso en barcos en alta mar–.
La Nobleza también fue
perseguida, aunque la mayoría logró huir de Francia, salvando sus vidas. Por supuesto
que los que se quedaron y no estuvieron dentro de los revolucionarios tuvieron
un destino de persecuciones y muerte. Si una persona del pueblo llano –Tercer
Estado– hubiera nacido unos quince años antes de la asonada, su vida habría
sido un infierno, ya que seguramente habría tenido que servir en el ejército,
con guerras constantes. Si hubiera salido vivo, su nivel de vida habría sido
mucho peor, ya que, por los motivos antes enunciados, la economía en estos años
resultó un desastre y tardó mucho tiempo en volver al nivel anterior a la
revolución, que tampoco era una maravilla y todo esto a pesar de los increíbles
avances tecnológicos de la época.
Se puede decir que para la
población llana el efecto de la Revolución Francesa fue algo así como que el
remedio resultó peor que la enfermedad. Exactamente resultó lo contrario para
los banqueros que la financiaron a través de las logias masónicas. Además, en
un sistema republicano, mucho más débil políticamente que el anterior –las
luchas entre los partidos políticos resultaron, nunca mejor dicho, a muerte –,
la influencia de los banqueros fue mayor y las ganancias, como ya hemos
explicado, también. Para más beneficio de los
banqueros, Napoleón creó el Banco de Francia en 1800, un banco privado con
facultad para emitir moneda –por si quedaba alguna duda de a quién respondían
los masones–. Con este banco se implementó el sistema del dinero deuda, que,
como ya vimos, endeudaba a los estados y esclavizaba a la población, que debía
pagar los servicios financieros de estas deudas a través de los impuestos.
Con todo lo afirmado, no quiero
loar el sistema de monarquía absoluta imperante en Francia, estoy convencido de
que debía haber sido reformado, pero no a costa del desastre que se propició ni
de la sumisión de los intereses políticos a los de los banqueros especulativos,
que fue lo que impulsó la Masonería. Otro punto muy criticable fue la
destrucción de la Iglesia Católica, ¿acaso era imperativo efectuar ese destrozo
para imponer un Estado Laico? A partir del reemplazo de las
monarquías por la república, se crearon unos sistemas políticos alejados de la
realidad, pues yo creo que la mayor parte del pueblo tiene los mismos intereses
y estos sistemas curiosamente propiciaron una división de las sociedades en dos
mitades irreconciliables –o más–. ¿Qué sentido tiene esta división? ¿A quién
beneficia? Probablemente, sea la medida de distracción que necesitan
determinadas élites para apropiarse de unas riquezas que no le corresponden. En
definitiva, existirían las clases parásitas que también había en la monarquía,
aunque en este caso todavía serían unas sanguijuelas más voraces.
Como ejemplo del auge de los
banqueros es muy útil estudiar a la casa Rothschild. El patriarca de esta casa
se llamaba Mayer Amschel Bauer Rothschild y procedía de la ciudad de Fráncfort
de Meno. Ya vimos que financió a los Illuminatis, que estuvieron relacionados
con Robespierre. Este banquero tuvo cinco hijos varones, a los que envió a
diferentes ciudades europeas para que abrieran sucursales de esta casa
bancaria. Es importante destacar que la casa de esta familia de París, fue fundada
en 1812, se llamaba Rothschild Frères y estaba dirigida por el hijo menor de Amschel,
llamado James. Por supuesto, este banco financió al ejército francés en sus
guerras contra los europeos.
También conviene resaltar que
otro hijo del patriarca, llamado Nathan Mayer Rothschild, se instaló en
Inglaterra en 1798, primero en Manchester y a partir de 1809 cambió su sede a
Londres, donde fundó el banco N. M. Rothschild & Sons. Este banco tuvo un
rol esencial en la gestión y financiación de los subsidios que el gobierno
británico solicitó para transferir a sus aliados durante las Guerras
Napoleónicas. A través de la creación de una red de agentes, mensajeros y
transportistas, el banco fue capaz de proporcionar fondos a los ejércitos del
Duque de Wellington en Portugal y España.
Este banquero de Londres realizó
una maniobra especulativa cuando sucedió la batalla de Waterloo –1815– que lo
hizo enormemente rico. Inmediatamente después de ser derrotado Napoleón, Nathan
Mayer Rothschild utilizó un complejo sistema de palomas mensajeras que cubrió
en pocas horas los 362 Km de distancia que separan a Waterloo de Londres. Por
ello conoció el resultado de la batalla un día antes de que llegara a través
del correo del Duque de Wellington. Entonces comenzó a vender compulsivamente
sus Bonos del Estado Británico haciendo creer al resto del mercado que
Inglaterra había perdido la trascendental batalla –acompañado por la difusión
de rumores que iban en este sentido, incluso se dijo que tropas francesas
estaban de camino hacia Inglaterra–.
El resultado fue que todos los inversores
que poseían esos Bonos se pusieron nerviosos y los vendieron al precio que
fuese, cayendo su valor hasta hundir la London Stock Exchange. Sin embargo,
antes de que se descubriera la verdad, Nathan Rothschild compró a través de sus
agentes esos mismos Bonos del Estado a precios irrisorios. Al llegar la noticia
de la victoria de Wellington, los precios se dispararon y el banco de Rothschild
obtuvo un beneficio de 1.000.000 de Libras en un solo día. Esta maniobra
especulativa lo hizo el hombre más rico de Inglaterra y por consiguiente del
mundo, ya que este reino, después de esa victoria se había convertido en la
potencia hegemónica mundial. Desde este momento Nathan Mayer Rothschild se hizo
con el control absoluto del Banco de Inglaterra, que, como ya hemos visto, era
el banco central privado que emitía el dinero deuda de ese reino. Queda demostrado, después de
explicar las maneras mediante las cuales se enriquecían estos banqueros, que lo
hacían a través de maniobras especulativas, es decir que se hacían ricos
engañando a otras personas y quitándole sus riquezas. Queda muy claro en la
maniobra de Nathan Rothschild en la batalla de Waterloo y no menos nítido es el
robo del dinero deuda mediante la posesión de bancos centrales privados que
emiten la moneda.
Un análisis
a considerar
Para comprender los efectos de la
Revolución Francesa es muy útil estudiar las estadísticas que se tienen del
total de la población de Francia en esos años. En la época de la Revolución, la
población francesa ascendía a 27.600.000 habitantes y en 1801 –12 años después–
había bajado 27.349.000 habitantes. Sin embargo, cuando los enfrentamientos y
guerras disminuyeron la población creció sostenidamente, así en 1821 ya tenía
30.461.875 habitantes y en 1841 llegaba a los 34.230.178 habitantes.
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