La aniquilación del Imperio Español
La Armada española |
Cuestiones previas
Antes de presentar mi
investigación sobre la destrucción del Imperio Español, quiero aclarar que no
es mi intención herir legítimos sentimientos patrióticos de los ciudadanos de
las diferentes naciones en las que se desmembró este Imperio católico. Siempre
apoyo y respeto los sentimientos que tienen las personas de cariño a su tierra
y a la sociedad de la que forman parte. Es más, yo propongo enviar un mensaje
de unión a todos ellos –siempre respetando las diferentes identidades–, porque
considero que es la única oportunidad que tenemos de luchar contra los amos del
dinero y lograr, en la medida de lo posible, que nuestros estados intenten
proteger nuestros derechos –al estar más unidos seremos más fuertes y más
libres–.
También aclaro que no es mi
propósito criticar a las diferentes personas que fueron las protagonistas de la
independencia de los estados hispanoamericanos, sino, sencillamente, analizar
su actuación desde la ventaja que me da poder hacerlo desde el presente, con el
conocimiento de muchos hechos que han sucedido y que ellos jamás podrían haber
previsto. Por supuesto, que intentaré hacerlo con el debido respeto que se
merecen. Si algún lector, de todas maneras, se siente molesto le pido las
oportunas disculpas y que sepa que no ha sido mi intención incomodarlo, es más:
repetiré sin cansarme que este autor tiene una intención completamente
contraria y que su deseo sería la unión fraterna entre las diferente naciones
de cultura hispánica.
Como vengo desarrollando en todo
este trabajo, mi objetivo es analizar la incidencia que en estos sucesos han
tenido los banqueros que promovieron el sistema de dinero deuda hoy vigente,
que, como ya hemos explicado, constituye una gran estafa que nos conduce
irremediablemente a algo parecido a la esclavitud. Hay que recordar que las
políticas que estos banqueros siempre han seguido ha sido crear odios y
rivalidades ficticias con el objeto de dividir y enfrentar, siguiendo la máxima
que tanto han utilizado a lo largo de la historia y tan buenos resultados les
dio: divide y vencerás. Además, las guerras que provocan estas pugnas generan
necesidades de financiación y una gran oportunidad de negocio –recordemos que
los financieros siempre les prestan a los dos bandos–. Todas las deudas
originadas por la financiación de estos conflictos les da el poder necesario
para instaurar el sistema de dinero deuda con banco central privado y con su
funcionamiento se quedan con todas las riquezas del país.
Choque de civilizaciones
La primera pregunta que surge es
qué había en América cuando llegaron los españoles y si este choque de
civilizaciones les originó a los aborígenes una mejoría en su vida o un
perjuicio. Este tema es de muy fácil manipulación e intentaré no caer en este
error, procurando medir la mejoría o perjuicio de la forma más objetiva
posible.
Antes de que llegaran los
españoles había infinidad de pueblos, algunos con culturas muy elementales
–edad de piedra– y otros bastante avanzados –por ejemplo, los Incas– que
guerreaban entre sí. Incluso una gran parte de los pueblos estaban con la
pirámide poblacional invertida –lo que les originaba serios riesgos de
desaparición– por las guerras, los sacrificios humanos, el canibalismo y una
alimentación insuficiente.
En trescientos años de dominio
español en América se pasó de la edad de Bronce y del neolítico a la era
moderna. A América se llevó el pensamiento griego, el orden romano, un idioma
que les permitió unirse a todos los pueblos de un continente y una religión que
acabó con el canibalismo y los sacrificios humanos tan habituales en algunas
tribus de aborígenes –según el autor Patricio Lons los aztecas llegaron a
efectuar diez mil en un solo día–. La evangelización de América se efectuó en
tiempo récord, en algunos sitios como en la zona del Imperio Azteca fue
inmediata y resultó muy importante para terminar con los sacrificios humanos,
el canibalismo y comenzar a vivir en paz, porque de alguna manera puso a todos
los pueblos en el mismo plano cultural.
Además, los españoles les
trajeron a los nativos el 90% de la dieta cárnica y cerealera, que implicó un
aumento del promedio de vida de los aborígenes. También les llevaron los
adelantos tecnológicos en el área de cultivo, reduciendo la siembra de cuarenta
días a uno solo por hectárea.
No se puede negar que también
hubo choques y abusos, en todas las sociedades los ha habido y todavía los hay,
pero está demostrado que hubo una convivencia en paz de trescientos años.
Además, el reino de España jamás practicó una política de aniquilamiento de la
población indígena –como si hicieron los ingleses, los holandeses, los
franceses y en menor medida los portugueses– y hubo un gran mestizaje que hoy
mismo se puede comprobar viajando por los países de Hispanoamérica. Esta
política le permitió a España poder administrar y poblar todo ese inmenso
territorio, ya que si huibera exterminado a los autóctonos le habría resultado
imposible. Recordemos que después de las respectivas independencias de todos
los territorios hubo muchos años de enfrentamientos y guerras entre los propios
habitantes de la zona.
Otro problema que causó mucha
mortandad fueron las enfermedades que trajeron los europeos, un efecto
inevitable en aquella época al encontrarse distintos pueblos. Los indios más
afectados fueron los de las islas del Caribe, porque eran más débiles que los
continentales. Hubo una enorme mejoría en la
calidad de las viviendas que tenían los indios antes de que viniesen los españoles
y concretamente en el plano arquitectónico hubo un enorme avance tecnológico,
que quedó de manifiesto con las ciudades que se fundaron, las imponentes
catedrales que se construyeron y los museos que se abrieron.
Respecto al plano educativo hay
que reseñar que en el momento de la independencia de los territorios
pertenecientes al Imperio Español estaban funcionando veinticinco universidades
y algunas tenían cátedras en lenguas nativas amerindias. Se habían construido
escuelas para los hijos de los caciques y se les dio la misma educación que recibían
los nobles españoles. Los misioneros habían rescatado una buena parte de las
lenguas nativas que antes de la llegada de los españoles eran ágrafas –les
dieron un alfabeto y las pasaron a papel escrito–, lamentablemente luego de la
independencia se volvieron a perder.
A tal punto llegó la educación de
algunos nativos, que el primer informe que le presentó al monarca Carlos V una
queja sobre sobre la conducta de algunos encomenderos, lo escribió en 1549 un
indio alfabetizado y con estudios superiores en un perfecto castellano del
siglo XVI –recordemos que el descubrimiento de América fue en 1492–. Este
informe resultó muy importante porque influyó en que el Rey, como veremos más
tarde, convocase la Controversia de
Valladolid. Entre los mestizos destacados en la Cultura y las Letras podemos
nombrar al Inca Garcilaso –1539 a 1616–, un gran narrador que se destacó por su
brillante manejo del idioma castellano.
Territorio del Imperio Español
Tenía en la época de su
destrucción unos veinte millones de kilómetros cuadrados. Un extenso y rico
territorio que iba desde Filipinas hasta América, pasando por varias islas del
océano Pacífico que estaban de camino. Incluía a todos los países que hoy
hablan español en América, además de un vasto territorio que los EEUU le
quitaron a México –la totalidad de los estados de California, Nevada, Utah,
Nuevo México y Texas, más una parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y
Oklahoma–. También se perdieron otros territorios más pequeños que se quedó el
Brasil y unos pocos que no se conservaron en Centroamérica y el norte de
Sudamérica. Asimismo, incluía la parte de África –Guinea Ecuatorial– y la
metrópoli.
Moneda y economía del Imperio Español
Era un Imperio de religión
católica en el que había un gran comercio entre sus distintos territorios.
Disponía de un sistema monetario muy potente: el Real de a ocho y la Onza de
Plata, que por supuesto no estaba incluido dentro del perverso esquema de dinero
deuda ni su moneda la emitían bancos centrales privados. El sistema monetario
había sido impulsado en el año 1497 por los Reyes Católicos con una pragmática
sanción que se firmó en Medina del Campo y con Carlos I se había convertido en
el definitivo Real de a ocho y la Onza de Plata. La moneda era emitida por el
Imperio y constituía otra fuente de financiación.
Gracias al amplio uso que tuvo en
Europa, toda América y el extremo Oriente, a finales del siglo XVIII se
convirtió en la primera divisa de uso mundial –fue la moneda más importante del
mundo durante trescientos años–. Fue la primera moneda de curso legal en los
EEUU hasta que una ley de 1857 desautorizó su uso –hay que reseñar que, en el
momento de la independencia de los EEUU, los ingleses se llevaron el tesoro de
sus excolonias y estas para sobrevir emitieron una moneda en base al Real de a
ocho–. Era la moneda que se utilizaba para el comercio con China y otros reinos
de oriente.
Como dato curioso destacaremos que en el territorio español de las Filipinas comerciaban entre sí los coreanos, chinos y japoneses, ya que tenían prohibido el comercio bilateral entre ellos y para sortear esta proscripción utilizaban ese archipiélago. Para concluir, afirmaremos que la moneda española era la más aceptada a nivel mundial en el momento de la aniquilación del Imperio. Además, fue la base para la creación de la moneda China –se mantuvo dividida en octavos como el Real de a ocho hasta la época de Mao Tse Tung–, el dólar, las monedas de casi todos los países hispanoamericanos y la japonesa.
Como dato curioso destacaremos que en el territorio español de las Filipinas comerciaban entre sí los coreanos, chinos y japoneses, ya que tenían prohibido el comercio bilateral entre ellos y para sortear esta proscripción utilizaban ese archipiélago. Para concluir, afirmaremos que la moneda española era la más aceptada a nivel mundial en el momento de la aniquilación del Imperio. Además, fue la base para la creación de la moneda China –se mantuvo dividida en octavos como el Real de a ocho hasta la época de Mao Tse Tung–, el dólar, las monedas de casi todos los países hispanoamericanos y la japonesa.
El Real de a ocho estaba hecho
con la plata de América, fundamentalmente de las minas de Potosí en el Alto
Perú. Es necesario reconocer que antes de la llegada de los españoles a América
la plata prácticamente no tenía valor comercial para los aborígenes, ya que
solo se utilizaba para confeccionar determinados objetos y adornos. Lo cual
resultaba muy lógico porque recordemos que el valor de este metal para los
europeos era convencional –no valía por su utilidad, sino que su coste era
elevado por su escasez y por este motivo se utilizaba como moneda–.
Isabel La Católica |
Para la imposición del perverso
sistema de moneda deuda emitida por banco centrales privados, la destrucción
del Imperio Español resultaría clave, ya que el Real de a ocho era una moneda
no incluida en este esclavizante sistema –en mi opinión una estafa–. Ya hemos
dicho que esta moneda la emitía el Imperio Español y constituía un ingreso más
para el Estado, no una deuda. Además era la única moneda aceptada por los
Chinos, que incluso llegaron a marcarlas para evitar las falsificaciones de los
ingleses. Sin embargo, después de la destrucción del Imperio Español, el Real
de a ocho poco a poco perderá importancia como divisa de comercio internacional
–recordemos que con las independencias de los territorios se cortó el comercio
entre Asia y América– y será reemplazada por la Libra y más tarde por el dólar
–ambas incluidas dentro del perverso sistema de dinero deuda emitidas por
bancos centrales privados–. Queda claro que este es el motivo de por qué la
aniquilación del Imperio Español constituyó un gran paso del sector financiero
para lograr la preminencia mundial que hoy tiene.
El famoso naturalista prusiano
Alexander Humboldt realizó un viaje por la América Española y elaboró un detallado
informe de las realidades que vio durante aquella aventura. Por ejemplo: dijo
que en el Virreinato de Nueva España el salario medio era cuatro veces superior
al de su Prusia natal. Incluso calculó las raciones de carne consumidas por
aquellos mexicanos españoles, cifrándolas en cinco o seis veces superiores a
las que tenían los prusianos de la época. Además, describió a la ciudad de
México como superior en todo a las principales urbes europeas, concretamente en
urbanismo, cultura, número de hospitales, universidades y bienestar social.
Es probable que Humboldt hubiera
exagerado, pero quedaba claro de que, según su propio criterio, en la América
Española se vivía mejor que en su tierra natal, Prusia, que recordemos fue el
reino que unificó a Alemania. Además, resultaba lógico que la ciudad de México
lo asombrase, ya que era la gran ciudad de la época, recordemos que tuvo
alcantarillado antes que las ciudades de Madrid y Londres. En esta última ciudad
–que era la capital del imperio que tomó el relevo del Español–, incluso a
mitad del siglo XIX tenía un problema de saneamiento tan grave que había un
olor tan fétido que resultaba insoportable para los propios pobladores.
Las clases más acomodadas de esta capital para evitar este terrible contratiempo tenían sus casas en la campiña inglesa. Es más: el río Támesis tenía las aguas muy contaminadas y de color marrón, aun así los pobladores las bebían cogiendo enfermedades como el tifus y el cólera que los llevaban a la muerte. Según Humboldt, un progreso como el de México era inimaginable en Londres, París, Roma, Berlín y Madrid. Incluso le escribió a su hermano Wilhem en 1800: “No me cansaré de repetirte lo feliz que me siento de estar en la América Española. Puedo afirmarte que no hay parte alguna en el mundo donde uno pueda vivir mejor y más dichoso que aquí”.
Las clases más acomodadas de esta capital para evitar este terrible contratiempo tenían sus casas en la campiña inglesa. Es más: el río Támesis tenía las aguas muy contaminadas y de color marrón, aun así los pobladores las bebían cogiendo enfermedades como el tifus y el cólera que los llevaban a la muerte. Según Humboldt, un progreso como el de México era inimaginable en Londres, París, Roma, Berlín y Madrid. Incluso le escribió a su hermano Wilhem en 1800: “No me cansaré de repetirte lo feliz que me siento de estar en la América Española. Puedo afirmarte que no hay parte alguna en el mundo donde uno pueda vivir mejor y más dichoso que aquí”.
Ciudad de México época Virreinal |
Como dato curioso se puede
informar que, para poder hacer este viaje, Humboldt le tuvo que pedir la
correspondiente autorización al rey de España Carlos IV, y como lo hizo en su
faceta de naturista se la concedió. Sin embargo, luego de este viaje, en 1804,
pasó una temporada en los EEUU y no tuvo ninguna actividad propia de su
profesión, sino que estuvo muy relacionado al presidente Thomas Jefferson, al
que le transmitió su idea de construir un canal navegable en lo que hoy sería
Panamá. También existen cartas al presidente en donde Humboldt le contó muchos
datos de su viaje por la América Española, que por su información se podrían
considerar propios de un espía. Seguramente lo habría hecho sin esa intención,
pero la realidad fue que muchos de esos datos les fueron útiles a los sucesores
de Jefferson para lograr su futuro expansionismo a costa de México.
Administración del territorio americano del Imperio
Las leyes españolas consideraron
las tierras americanas como provincias de ultramar y, por tanto, los habitantes
nacidos allí tenían los mismos derechos que los españoles –muchos de ellos se
desempeñaron como funcionarios tanto en América como en Europa–, incluso los
indios. El historiador argentino Ricardo Levene concluyó que los Virreinatos
eran reinos españoles de ultramar, en donde se desarrollaron las mismas
instituciones que en España y la figura del Rey de España tenía la función de
árbitro. Es más: la mayor crítica que había en el Imperio era que los
habitantes de la América Española vivían mejor que los de la península. Además,
no utilizaron una política de aniquilamiento de la población indígena –como sí
hicieron los ingleses, holandeses y franceses– y hubo un gran mestizaje, que
hoy mismo se puede comprobar viajando por los países de Hispanoamérica.
Para evitar, en la medida de lo
posible, los abusos de los españoles que viajaron a América, el rey creó la
“Casa de la Contratación del Consejo de Indias de la ciudad de Sevilla”. Aquí
no solo se tutelan los nombramientos de lo virreyes y demás autoridades, sino
que los que pretendían viajar a las nuevas tierras también debían pasar una
prueba mediante el Consejo de Indias. De manera que si alguien era prófugo de
la Justicia o tenía alguna cuestión poco confesable no se le permitía ir,
incluso Miguel de Cervantes –autor de la más importante obra literaria en
idioma español: “Don Quijote de la Mancha” – lo intentó y no le permitieron
porque tenía alguna causa judicial en su pasado. Como queda claro el español
que viajaba a América era alguien escogido, no le permitían hacerlo a
cualquiera –exactamente lo contrario que cuenta la Leyenda Negra–.
El 3 de julio de 1549, el consejo
de Indias ordenó detener la conquista de América hasta resolver una
controversia que planteó el rey Carlos I. Luego de 57 años desde la llegada de
los españoles a las Indias, el Rey quería tener la certeza de que en esta
conquista se obraba con justicia, dadas las noticias contradictorias que
recibía desde el nuevo mundo. Resultó esencial para que el Rey tomase cartas en
el asunto el libro “La brevísima relación de la destrucción de las Indias” de fray
Bartolomé de las Casas y un informe sobre las encomiendas que redactó un indio
alfabetizado –ya lo hemos mencionado–. Recordemos que el rey Carlos I era un
católico ferviente que justo en aquellos años estaba librando una guerra en
Europa contra los que consideraba herejes –reformistas–.
El también emperador del
Sacro Imperio Germánico no podía dejar de otorgar crédito a las palabras y
escritos de un fraile que estaba censurando la actuación de España en América,
de la cual él, en cuanto a rey, se consideraba el máximo responsable. Las
afirmaciones de Bartolomé de las Casas preocuparon al emperador Carlos V, que
no quería arriesgarse a ser condenado al infierno por la actuación de sus
súbditos e incluso se declaró dispuesto a abandonar la empresa de las Indias si
se demostraba ese comportamiento contrario a los principios del cristianismo.
Sin embargo, los consejeros del Emperador, más prudentes, le convencen de que
convoque una junta para debatir la postura de España y los derechos de los
nativos americanos. Es el único caso en la historia de que un país conquistador
sometió a debate sus derechos sobre los reinos conquistados.
Carlos I de España |
Para ello ordenó la convocatoria
de una junta especial de sabios que determinarían cuál era la forma justa de
proceder en América; queriendo clarificar si en aquellos territorios existía el
derecho de conquista tipificado por las fuentes clásicas del Derecho Romano,
Medieval y Pontificio. Esta reunión se llamó la Controversia de Valladolid y en
ella intervinieron los más destacados sabios del Imperio defendiendo posturas
contrarias. Una de las posturas, la más cercana a los encomenderos, la dirigió
el abogado Ginés de Sepúlveda y la otra la defendió personalmente el fraile
Bartolomé de las casas. Esta controversia duró varios meses y fue seguida muy
de cerca por el propio Rey.
Como resultado España dictó las llamadas Leyes de Indias, que fueron protectoras a ultranza de los indígenas. Se podría decir que fray Bartolomé de las Casas resultó el vencedor de esta controversia, ya que los indios quedaron definitivamente protegidos. Es posible que, de tales intercambios espirituales e intelectuales de esta reunión, haya surgido la idea moderna de los derechos humanos. También corresponde destacar que la conquista había sido detenida y el Rey estuvo decidido a abandonarla en caso de que el resultado así lo aconsejase, ya que era una persona muy católica y temía el castigo de Dios.
Como resultado España dictó las llamadas Leyes de Indias, que fueron protectoras a ultranza de los indígenas. Se podría decir que fray Bartolomé de las Casas resultó el vencedor de esta controversia, ya que los indios quedaron definitivamente protegidos. Es posible que, de tales intercambios espirituales e intelectuales de esta reunión, haya surgido la idea moderna de los derechos humanos. También corresponde destacar que la conquista había sido detenida y el Rey estuvo decidido a abandonarla en caso de que el resultado así lo aconsejase, ya que era una persona muy católica y temía el castigo de Dios.
También existían para las
autoridades lo que se llamaba el Juicio de Residencia. Este se efectuaba cuando
un funcionario terminaba su mandato y se lo hacían su reemplazante y un
visitador –hoy lo llamaríamos auditor–. En este juicio se valoraba la actuación
de esa autoridad y no deparaba ningún castigo penal, sino que afectaba
solamente a su honor. Sin embargo, era muy temido, pues ser imputado en una
actuación que implicaba un deshonor resultaba un castigo social muy difícil de
llevar.
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