domingo, 23 de septiembre de 2018

La aniquilación del imperio español


La aniquilación del Imperio Español


La Armada española

Cuestiones previas



Antes de presentar mi investigación sobre la destrucción del Imperio Español, quiero aclarar que no es mi intención herir legítimos sentimientos patrióticos de los ciudadanos de las diferentes naciones en las que se desmembró este Imperio católico. Siempre apoyo y respeto los sentimientos que tienen las personas de cariño a su tierra y a la sociedad de la que forman parte. Es más, yo propongo enviar un mensaje de unión a todos ellos –siempre respetando las diferentes identidades–, porque considero que es la única oportunidad que tenemos de luchar contra los amos del dinero y lograr, en la medida de lo posible, que nuestros estados intenten proteger nuestros derechos –al estar más unidos seremos más fuertes y más libres–.
     

También aclaro que no es mi propósito criticar a las diferentes personas que fueron las protagonistas de la independencia de los estados hispanoamericanos, sino, sencillamente, analizar su actuación desde la ventaja que me da poder hacerlo desde el presente, con el conocimiento de muchos hechos que han sucedido y que ellos jamás podrían haber previsto. Por supuesto, que intentaré hacerlo con el debido respeto que se merecen. Si algún lector, de todas maneras, se siente molesto le pido las oportunas disculpas y que sepa que no ha sido mi intención incomodarlo, es más: repetiré sin cansarme que este autor tiene una intención completamente contraria y que su deseo sería la unión fraterna entre las diferente naciones de cultura hispánica.


Como vengo desarrollando en todo este trabajo, mi objetivo es analizar la incidencia que en estos sucesos han tenido los banqueros que promovieron el sistema de dinero deuda hoy vigente, que, como ya hemos explicado, constituye una gran estafa que nos conduce irremediablemente a algo parecido a la esclavitud. Hay que recordar que las políticas que estos banqueros siempre han seguido ha sido crear odios y rivalidades ficticias con el objeto de dividir y enfrentar, siguiendo la máxima que tanto han utilizado a lo largo de la historia y tan buenos resultados les dio: divide y vencerás. Además, las guerras que provocan estas pugnas generan necesidades de financiación y una gran oportunidad de negocio –recordemos que los financieros siempre les prestan a los dos bandos–. Todas las deudas originadas por la financiación de estos conflictos les da el poder necesario para instaurar el sistema de dinero deuda con banco central privado y con su funcionamiento se quedan con todas las riquezas del país.




Choque de civilizaciones



La primera pregunta que surge es qué había en América cuando llegaron los españoles y si este choque de civilizaciones les originó a los aborígenes una mejoría en su vida o un perjuicio. Este tema es de muy fácil manipulación e intentaré no caer en este error, procurando medir la mejoría o perjuicio de la forma más objetiva posible.


Antes de que llegaran los españoles había infinidad de pueblos, algunos con culturas muy elementales –edad de piedra– y otros bastante avanzados –por ejemplo, los Incas– que guerreaban entre sí. Incluso una gran parte de los pueblos estaban con la pirámide poblacional invertida –lo que les originaba serios riesgos de desaparición– por las guerras, los sacrificios humanos, el canibalismo y una alimentación insuficiente.


En trescientos años de dominio español en América se pasó de la edad de Bronce y del neolítico a la era moderna. A América se llevó el pensamiento griego, el orden romano, un idioma que les permitió unirse a todos los pueblos de un continente y una religión que acabó con el canibalismo y los sacrificios humanos tan habituales en algunas tribus de aborígenes –según el autor Patricio Lons los aztecas llegaron a efectuar diez mil en un solo día–. La evangelización de América se efectuó en tiempo récord, en algunos sitios como en la zona del Imperio Azteca fue inmediata y resultó muy importante para terminar con los sacrificios humanos, el canibalismo y comenzar a vivir en paz, porque de alguna manera puso a todos los pueblos en el mismo plano cultural.


Además, los españoles les trajeron a los nativos el 90% de la dieta cárnica y cerealera, que implicó un aumento del promedio de vida de los aborígenes. También les llevaron los adelantos tecnológicos en el área de cultivo, reduciendo la siembra de cuarenta días a uno solo por hectárea.


No se puede negar que también hubo choques y abusos, en todas las sociedades los ha habido y todavía los hay, pero está demostrado que hubo una convivencia en paz de trescientos años. Además, el reino de España jamás practicó una política de aniquilamiento de la población indígena –como si hicieron los ingleses, los holandeses, los franceses y en menor medida los portugueses– y hubo un gran mestizaje que hoy mismo se puede comprobar viajando por los países de Hispanoamérica. Esta política le permitió a España poder administrar y poblar todo ese inmenso territorio, ya que si huibera exterminado a los autóctonos le habría resultado imposible. Recordemos que después de las respectivas independencias de todos los territorios hubo muchos años de enfrentamientos y guerras entre los propios habitantes de la zona.

Otro problema que causó mucha mortandad fueron las enfermedades que trajeron los europeos, un efecto inevitable en aquella época al encontrarse distintos pueblos. Los indios más afectados fueron los de las islas del Caribe, porque eran más débiles que los continentales. Hubo una enorme mejoría en la calidad de las viviendas que tenían los indios antes de que viniesen los españoles y concretamente en el plano arquitectónico hubo un enorme avance tecnológico, que quedó de manifiesto con las ciudades que se fundaron, las imponentes catedrales que se construyeron y los museos que se abrieron.  

Respecto al plano educativo hay que reseñar que en el momento de la independencia de los territorios pertenecientes al Imperio Español estaban funcionando veinticinco universidades y algunas tenían cátedras en lenguas nativas amerindias. Se habían construido escuelas para los hijos de los caciques y se les dio la misma educación que recibían los nobles españoles. Los misioneros habían rescatado una buena parte de las lenguas nativas que antes de la llegada de los españoles eran ágrafas –les dieron un alfabeto y las pasaron a papel escrito–, lamentablemente luego de la independencia se volvieron a perder. 


A tal punto llegó la educación de algunos nativos, que el primer informe que le presentó al monarca Carlos V una queja sobre sobre la conducta de algunos encomenderos, lo escribió en 1549 un indio alfabetizado y con estudios superiores en un perfecto castellano del siglo XVI –recordemos que el descubrimiento de América fue en 1492–. Este informe resultó muy importante porque influyó en que el Rey, como veremos más tarde,  convocase la Controversia de Valladolid. Entre los mestizos destacados en la Cultura y las Letras podemos nombrar al Inca Garcilaso –1539 a 1616–, un gran narrador que se destacó por su brillante manejo del idioma castellano.  




Territorio del Imperio Español



Tenía en la época de su destrucción unos veinte millones de kilómetros cuadrados. Un extenso y rico territorio que iba desde Filipinas hasta América, pasando por varias islas del océano Pacífico que estaban de camino. Incluía a todos los países que hoy hablan español en América, además de un vasto territorio que los EEUU le quitaron a México –la totalidad de los estados de California, Nevada, Utah, Nuevo México y Texas, más una parte de Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma–. También se perdieron otros territorios más pequeños que se quedó el Brasil y unos pocos que no se conservaron en Centroamérica y el norte de Sudamérica. Asimismo, incluía la parte de África –Guinea Ecuatorial– y la metrópoli.



Moneda y economía del Imperio Español






Era un Imperio de religión católica en el que había un gran comercio entre sus distintos territorios. Disponía de un sistema monetario muy potente: el Real de a ocho y la Onza de Plata, que por supuesto no estaba incluido dentro del perverso esquema de dinero deuda ni su moneda la emitían bancos centrales privados. El sistema monetario había sido impulsado en el año 1497 por los Reyes Católicos con una pragmática sanción que se firmó en Medina del Campo y con Carlos I se había convertido en el definitivo Real de a ocho y la Onza de Plata. La moneda era emitida por el Imperio y constituía otra fuente de financiación.


Gracias al amplio uso que tuvo en Europa, toda América y el extremo Oriente, a finales del siglo XVIII se convirtió en la primera divisa de uso mundial –fue la moneda más importante del mundo durante trescientos años–. Fue la primera moneda de curso legal en los EEUU hasta que una ley de 1857 desautorizó su uso –hay que reseñar que, en el momento de la independencia de los EEUU, los ingleses se llevaron el tesoro de sus excolonias y estas para sobrevir emitieron una moneda en base al Real de a ocho–. Era la moneda que se utilizaba para el comercio con China y otros reinos de oriente. 

Como dato curioso destacaremos que en el territorio español de las Filipinas comerciaban entre sí los coreanos, chinos y japoneses, ya que tenían prohibido el comercio bilateral entre ellos y para sortear esta proscripción utilizaban ese archipiélago. Para concluir, afirmaremos que la moneda española era la más aceptada a nivel mundial en el momento de la aniquilación del Imperio. Además, fue la base para la creación de la moneda China –se mantuvo dividida en octavos como el Real de a ocho hasta la época de Mao Tse Tung–, el dólar, las monedas de casi todos los países hispanoamericanos y la japonesa.


El Real de a ocho estaba hecho con la plata de América, fundamentalmente de las minas de Potosí en el Alto Perú. Es necesario reconocer que antes de la llegada de los españoles a América la plata prácticamente no tenía valor comercial para los aborígenes, ya que solo se utilizaba para confeccionar determinados objetos y adornos. Lo cual resultaba muy lógico porque recordemos que el valor de este metal para los europeos era convencional –no valía por su utilidad, sino que su coste era elevado por su escasez y por este motivo se utilizaba como moneda–.
 
Isabel La Católica
Para la imposición del perverso sistema de moneda deuda emitida por banco centrales privados, la destrucción del Imperio Español resultaría clave, ya que el Real de a ocho era una moneda no incluida en este esclavizante sistema –en mi opinión una estafa–. Ya hemos dicho que esta moneda la emitía el Imperio Español y constituía un ingreso más para el Estado, no una deuda. Además era la única moneda aceptada por los Chinos, que incluso llegaron a marcarlas para evitar las falsificaciones de los ingleses. Sin embargo, después de la destrucción del Imperio Español, el Real de a ocho poco a poco perderá importancia como divisa de comercio internacional –recordemos que con las independencias de los territorios se cortó el comercio entre Asia y América– y será reemplazada por la Libra y más tarde por el dólar –ambas incluidas dentro del perverso sistema de dinero deuda emitidas por bancos centrales privados–. Queda claro que este es el motivo de por qué la aniquilación del Imperio Español constituyó un gran paso del sector financiero para lograr la preminencia mundial que hoy tiene. 
 

El famoso naturalista prusiano Alexander Humboldt realizó un viaje por la América Española y elaboró un detallado informe de las realidades que vio durante aquella aventura. Por ejemplo: dijo que en el Virreinato de Nueva España el salario medio era cuatro veces superior al de su Prusia natal. Incluso calculó las raciones de carne consumidas por aquellos mexicanos españoles, cifrándolas en cinco o seis veces superiores a las que tenían los prusianos de la época. Además, describió a la ciudad de México como superior en todo a las principales urbes europeas, concretamente en urbanismo, cultura, número de hospitales, universidades y bienestar social. 


Es probable que Humboldt hubiera exagerado, pero quedaba claro de que, según su propio criterio, en la América Española se vivía mejor que en su tierra natal, Prusia, que recordemos fue el reino que unificó a Alemania. Además, resultaba lógico que la ciudad de México lo asombrase, ya que era la gran ciudad de la época, recordemos que tuvo alcantarillado antes que las ciudades de Madrid y Londres. En esta última ciudad –que era la capital del imperio que tomó el relevo del Español–, incluso a mitad del siglo XIX tenía un problema de saneamiento tan grave que había un olor tan fétido que resultaba insoportable para los propios pobladores. 

Las clases más acomodadas de esta capital para evitar este terrible contratiempo tenían sus casas en la campiña inglesa. Es más: el río Támesis tenía las aguas muy contaminadas y de color marrón, aun así los pobladores las bebían cogiendo enfermedades como el tifus y el cólera que los llevaban a la muerte. Según Humboldt, un progreso como el de México era inimaginable en Londres, París, Roma, Berlín y Madrid. Incluso le escribió a su hermano Wilhem en 1800: “No me cansaré de repetirte lo feliz que me siento de estar en la América Española. Puedo afirmarte que no hay parte alguna en el mundo donde uno pueda vivir mejor y más dichoso que aquí”.

Ciudad de México época Virreinal
 

Como dato curioso se puede informar que, para poder hacer este viaje, Humboldt le tuvo que pedir la correspondiente autorización al rey de España Carlos IV, y como lo hizo en su faceta de naturista se la concedió. Sin embargo, luego de este viaje, en 1804, pasó una temporada en los EEUU y no tuvo ninguna actividad propia de su profesión, sino que estuvo muy relacionado al presidente Thomas Jefferson, al que le transmitió su idea de construir un canal navegable en lo que hoy sería Panamá. También existen cartas al presidente en donde Humboldt le contó muchos datos de su viaje por la América Española, que por su información se podrían considerar propios de un espía. Seguramente lo habría hecho sin esa intención, pero la realidad fue que muchos de esos datos les fueron útiles a los sucesores de Jefferson para lograr su futuro expansionismo a costa de México.



Administración del territorio americano del Imperio



Las leyes españolas consideraron las tierras americanas como provincias de ultramar y, por tanto, los habitantes nacidos allí tenían los mismos derechos que los españoles –muchos de ellos se desempeñaron como funcionarios tanto en América como en Europa–, incluso los indios. El historiador argentino Ricardo Levene concluyó que los Virreinatos eran reinos españoles de ultramar, en donde se desarrollaron las mismas instituciones que en España y la figura del Rey de España tenía la función de árbitro. Es más: la mayor crítica que había en el Imperio era que los habitantes de la América Española vivían mejor que los de la península. Además, no utilizaron una política de aniquilamiento de la población indígena –como sí hicieron los ingleses, holandeses y franceses– y hubo un gran mestizaje, que hoy mismo se puede comprobar viajando por los países de Hispanoamérica.


Para evitar, en la medida de lo posible, los abusos de los españoles que viajaron a América, el rey creó la “Casa de la Contratación del Consejo de Indias de la ciudad de Sevilla”. Aquí no solo se tutelan los nombramientos de lo virreyes y demás autoridades, sino que los que pretendían viajar a las nuevas tierras también debían pasar una prueba mediante el Consejo de Indias. De manera que si alguien era prófugo de la Justicia o tenía alguna cuestión poco confesable no se le permitía ir, incluso Miguel de Cervantes –autor de la más importante obra literaria en idioma español: “Don Quijote de la Mancha” – lo intentó y no le permitieron porque tenía alguna causa judicial en su pasado. Como queda claro el español que viajaba a América era alguien escogido, no le permitían hacerlo a cualquiera –exactamente lo contrario que cuenta la Leyenda Negra–.


El 3 de julio de 1549, el consejo de Indias ordenó detener la conquista de América hasta resolver una controversia que planteó el rey Carlos I. Luego de 57 años desde la llegada de los españoles a las Indias, el Rey quería tener la certeza de que en esta conquista se obraba con justicia, dadas las noticias contradictorias que recibía desde el nuevo mundo. Resultó esencial para que el Rey tomase cartas en el asunto el libro “La brevísima relación de la destrucción de las Indias” de fray Bartolomé de las Casas y un informe sobre las encomiendas que redactó un indio alfabetizado –ya lo hemos mencionado–. Recordemos que el rey Carlos I era un católico ferviente que justo en aquellos años estaba librando una guerra en Europa contra los que consideraba herejes –reformistas–.

El también emperador del Sacro Imperio Germánico no podía dejar de otorgar crédito a las palabras y escritos de un fraile que estaba censurando la actuación de España en América, de la cual él, en cuanto a rey, se consideraba el máximo responsable. Las afirmaciones de Bartolomé de las Casas preocuparon al emperador Carlos V, que no quería arriesgarse a ser condenado al infierno por la actuación de sus súbditos e incluso se declaró dispuesto a abandonar la empresa de las Indias si se demostraba ese comportamiento contrario a los principios del cristianismo. Sin embargo, los consejeros del Emperador, más prudentes, le convencen de que convoque una junta para debatir la postura de España y los derechos de los nativos americanos. Es el único caso en la historia de que un país conquistador sometió a debate sus derechos sobre los reinos conquistados. 

Carlos I de España

Para ello ordenó la convocatoria de una junta especial de sabios que determinarían cuál era la forma justa de proceder en América; queriendo clarificar si en aquellos territorios existía el derecho de conquista tipificado por las fuentes clásicas del Derecho Romano, Medieval y Pontificio. Esta reunión se llamó la Controversia de Valladolid y en ella intervinieron los más destacados sabios del Imperio defendiendo posturas contrarias. Una de las posturas, la más cercana a los encomenderos, la dirigió el abogado Ginés de Sepúlveda y la otra la defendió personalmente el fraile Bartolomé de las casas. Esta controversia duró varios meses y fue seguida muy de cerca por el propio Rey. 

Como resultado España dictó las llamadas Leyes de Indias, que fueron protectoras a ultranza de los indígenas. Se podría decir que fray Bartolomé de las Casas resultó el vencedor de esta controversia, ya que los indios quedaron definitivamente protegidos. Es posible que, de tales intercambios espirituales e intelectuales de esta reunión, haya surgido la idea moderna de los derechos humanos. También corresponde destacar que la conquista había sido detenida y el Rey estuvo decidido a abandonarla en caso de que el resultado así lo aconsejase, ya que era una persona muy católica y temía el castigo de Dios.


También existían para las autoridades lo que se llamaba el Juicio de Residencia. Este se efectuaba cuando un funcionario terminaba su mandato y se lo hacían su reemplazante y un visitador –hoy lo llamaríamos auditor–. En este juicio se valoraba la actuación de esa autoridad y no deparaba ningún castigo penal, sino que afectaba solamente a su honor. Sin embargo, era muy temido, pues ser imputado en una actuación que implicaba un deshonor resultaba un castigo social muy difícil de llevar.

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